
He estado bajo un choque emocional de tal calibre que apenas he dado señales de vida esta semana en casi todas las redes sociales. Varios amigos me han preguntado a través de Facebook si estaba bien o si yo o los míos habíamos enfermado. Que me notaba muy “low” en redes, me dijo por teléfono mi querido Javier Regueira (Gracias, Javier, por haber ayudado a reactivarme).
Estamos todos bien, afortunadamente.
Pero el bicho sí logró paralizarme intelectual y físicamente durante la semana pasada. Fui incapaz de seguir al menos uno de los consejos que abundan estos días para mantenernos activos en el confinamiento. Ni deporte en casa. Ni leer en casa. Ni poner en orden mis proyectos en casa. Nada. Solo ir tirando en casa. Salvo Twitter. Aquí sí he mantenido algo el ritmo, porque son necesarios pocos caracteres y segundos para, por ejemplo, mostrar el desprecio que siento hacia Clara Ponsatí, la autora de uno de los tuits más infames escritos en esta crisis (“De Madrid al cielo…”). De algunos de mis últimos mensajes escritos en caliente quizá me arrepienta cuando pase esto; del que le dediqué a esta señora, no creo.
Cada una de las mañanas de la semana pasada intenté escribir una entrada sobre comunicación en este blog, según las técnicas del mundo que teníamos antes del coronavirus. A saber, con el uso de palabras clave y titulares tipo “10 cosas que nunca debes hacer en…” o “5 errores de comunicación de…”. Al mismo tiempo, fui recopilando pantallazos de lo que consideraba errores claros de gestión de comunicación de crisis. Uno de la Tesorería General de la Seguridad Social que nos recordaba a los autónomos que había que cotizar a la Seguridad Social por aquí, otro del Gobierno de España que aplaudía ¡a los positivos en coronavirus! por allá…
Pero, sinceramente, no me apetece. No es el momento. Ahora no toca. Y sí apuesto por tomarnos esta crisis con generosidad y resistencia al dolor.
Generosidad con quien se ha equivocado, pese a sus buenas intenciones. Dejemos de llenar las redes de comentarios que destilan odio, o un sesgo muy marcado por la ideología del autor. “Si soy de izquierdas, apoyo al actual Gobierno, haga lo que haga, y me olvido de mis críticas a un Gobierno anterior de derechas por “errores” parecidos; si soy de derechas, critico al actual Gobierno, haga lo que haga, y me olvido de mi apoyo a un Gobierno anterior de derechas por “errores” parecidos”.
No.
Generosidad con nuestros vecinos. Cada cartel en el que alguien se ofrece a hacer la compra de los mayores del vecindario es una muestra de lo mejor del ser humano.
Generosidad con los extraños. El aplauso de las 20 horas es una maravillosa oportunidad no solo para reconocer el esfuerzo de sanitarios y el resto de profesionales que nos están ayudando; también para mantener ese espíritu después del coronavirus y conocer personalmente a quien compartía ese momento a diario con nosotros a unos metros de nuestra casa. Qué ganas tengo de conocer al vecino dj que pincha cada día el Resistiré del Dúo Dinámico.
Generosidad con las personas que dependen económicamente de ti. En la medida de las posibilidades de cada uno, es necesario mantener viva la economía. En cuanto remontemos, ojalá nos olvidemos un poco de Amazon y nos acordemos del comercio local.
Y generosidad con nosotros mismos. Imprescindible para ser resilientes. Para, en esta cuesta arriba que viene, poner primera marcha y afrontar el dolor inevitable. Creo haberme recuperado del schok inicial. Me he puesto manos a la obra, con una lista de cosas que quiero hacer (que voy a hacer) en el mundo nuevo que nos espera.

Lo primero, obviamente, reencontrarme con los míos.
Mis padres, mi hermana, mis sobrinas, mis amigos.
Os quiero tanto.

Y a partir de ahí:
- Poner en cuarentena mi obsesión con el “espacio personal”. En pareja, familia o amigos, siempre he dejado ver mi necesidad de espacio personal, a veces de forma obsesiva. Queda suspendida esa obsesión sine die. Necesito abrazar, tocar, achuchar a mis seres queridos y amigos. Incluso a extraños. No descartes que, aunque no te conozca de nada y cuando el coronavirus sea Historia, te vea por la calle y te asalte a abrazos. Advertido quedas.
- Viajar a un lugar cercano y desconocido. Necesito un viaje. No importa que sea a un destino que me quede a menos de 100 kilómetros. Pero necesito volver a experimentar la sensación de descubrir una ciudad o pueblo.
- Viajar a un lugar lejano pero conocido. Para una segunda fase de la recuperación, cuando todo esto parezca el argumento de una película de desastres de serie B, quiero volver a Berlin, ciudad que amo y que ya conozco, pero quiero verla con los nuevos ojos.
- No perder más tiempo en haters / odiadores por defecto, aunque sí dar segundas oportunidades a quien puede perder los nervios una (o dos) veces. Segundas oportunidades siempre.
- Abrazar a Razo. Razo, mi gato, no está conmigo. Gracias, Marta, por cuidarlo. Cómo echo de menos al Gordo.
- Y Pasear por Razo. Razo, mi playa, está ahí, esperándome. El lugar donde los veranos duraban tres meses, donde me relajo, donde tomo decisiones. Tú también tendrás “tu Razo”, estoy convencido. Prepárate para volver por primera vez. Todo será distinto y mejor que antes.


Ánimo, y si las fuerzas flaquean, aquí me tienes. Resistiremos.
Fantástico texto Luis. Muchísimo ánimo con esa lista de cosas.
ESTE COMENTARIO VALE POR UN ABRAZO (VIRTUAL POR AHORA) A CANJEAR CUANDO SALGAMOS DE ESTO….
Gracias por tu comentario querido Manolo. Confío en canjear el vale muy pronto, amigo.